Un día te levantas pensando (o más bien sin pensar), que tienes por delante una jornada más, con sus comidas, su mesa, su charla, su paseo con la perrita, sus trabajos pendientes y su tabla de planchar. Y suena el teléfono y lo coges pensando (o no, sin pensar) que es una llamada más, pero no.
En pocos minutos te encuentras buscando un avión que te acerque lo antes posible a la incertidumbre, a la urgencia. En la maleta, cualquier ropa, da igual. En la despedida, el beso triste. El avión no te parece esta vez tan rápido.
En el recibimiento un abrazo nervioso y la tranquilidad de estar en ese momento donde más quieres estar. Y al poco, entre pasillos de hospital, máquinas de café, teléfonos que suenan y suenan. Y esperas al médico y esperas las pruebas y después esperas más…
Asoman caras amigas, amables, sonrisas de algodón de azúcar, bocadillos mimados rellenos de cariño y también asoman las buenas noticias.
Al poquito otro avión de vuelta a casa, inspiras y el aire acaricia el pecho encogido durante días. El recibimiento cálido, la perrita te espera para su paseo, la mesa, la charla, los trabajos pendientes…
"En un minuto hay muchos días"
William Shakespeare